Existe una cosita, un algo pequeñito, una cuota a plazo fija casi imperceptible que se paga por ser feliz. Un remanente que queda ahí, un poso al que acudir, compuesto por ciscos diminutos que tienen la dudosa habilidad de fugarse a la primera corriente de aire.
Existen también cementos que fijan en recuerdo, el anterior y el que, ahora, se está fabricando. Escribo mientras me dibujo una sonrisa. Por lo que soy ahora, por haber encontrado un nuevo pegamento con el que diseñar el collage de nuestro momento, real y maravillosamente inventado por dos mentes especiales, por dos dementes adictos al detalle.
Desnúdate, desnúdame, de ropas y frases hechas, haz que elija como estás haciendo, el camino sin marcar, el sendero cerrado por peligro de desprendimiento, la ruta mágica, allí donde nada se sabe del último que la tomó.
No quiero mapas, no quiero timón, señalaré la dirección al grito de “tierra” y haré el ruido del romper de las olas con la boca mientras empuño una espada invisible.
Juega conmigo, para siempre, pero antes, te muestro mis juguetes, uno a uno, como un niño que conoce a una niña y la lleva de la mano a mostrar sus tesoros.
Pasa, acuéstate, vamos a buscar formas en las nubes.
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