Total, que me acuesto anoche, tempranito, cierro los ojos y me pongo a soñar, así, sin pedirme permiso, como cuando era un crío, me dejo hundir en la almohada y sin previo aviso, atravieso sábanas, colchón, somier, suelo y caigo hacia arriba, completamente desnudo salvo por un completo y complejo traje de astronauta. Y me pongo a nadar en el vacío para acercarme a aquella estrella de allí con forma de estrella, y llego, y es igual de pequeña que cuando la vi hace 3 millones de años luz. La cojo. Me la guardo en el bolsillo. Y empiezo a darme cuenta. De que están lloviendo puntos y seguidos. Busco desesperado los puntos aparte.
Aparte!, le grito a una estrella fugaz que espera paciente fumándose una supernova en una metáfora en rojo. Y vuelvo a caer y agarro otro sueño por la solapa. Empezamos a debatir porque asegura ser una pesadilla y yo que si ‘no me da miedo’ y él que si ‘debería empezar a correr’ y yo que no y él que si y total, que me despierto. Bebo un poco de agua. Y allí sigue la pesadilla, sentada en una silla plegable en el pie de mi cama. ¿Ves?, me dice, y ahora si comienzo a huir. La pesadilla, que sabe que no iré lejos (porque controla el percal), pliega la silla, me agarra, me pliega a mi, sonríe y pliega el sueño.
Doy un brinco, voy a beber un poco de agua y vuelvo a mirar al pie de la cama, no hay pesadilla, pero si una silla vacía con una paradoja. ¿Vamos?, estoy loca por salir volando.
Nos cogemos de la mano y empieza a sonar una música de Oscar a la mejor banda sonora, intento guardarla gritando “control+S” para recordarla al despertar, aunque se que es imposible, y eso es parte de la gracia.
Llegamos a ninguna parte, me apeo de la paradoja y le digo: “me apeo de la paradoja y le digo…” y abro los ojos.
Soy el vaso de agua, Aarón viene hacia a mi y me bebe. Mientras entro por sus labios, puedo ver, de reojo, una pesadilla aplaudiendo al pie de la cama en una silla plegable.
No vuelvo a cenar garbanzas.